Había oido hablar de esta prueba que transcurre por los alrededores del bonito pueblo de Oña a varios de los que, en anteriores ediciones, habían participado en ella. Desde mi perfil de retornado al MTB despúes de varios años de poca actividad (y un escandaloso bajon de forma) pensé en que podía ser una buena ocasión de probarme a mi mismo.
La prueba costa de dos categorías, la primera es la puramente competitiva, correspondiente a la Copa Diputación, donde corren los que verdaderamente ruedan rápido, muchos de ellos provenientes (o todavía integrantes) de la competición, esa gente que, si no tienen un percance, nunca alcanzaremos aquellos que ya estamos metidos en kilos y años. La segunda es el Circuito Provincial, una especie de marcha cicloturista de BTT, y digo especie porque hay clasificaciones, puntos para el circuito provincial, descalificaciones si no pasas por los puntos determinados, recorrido «B» sin puntos… vamos una marcha cicloturista competitiva, donde algunos de los de arriba ruedan más rápido que muchos de los de la Copa.
Desde mis condiciones, y aprovechando el dorsal único del Circuito Provincial de Burgos que obtuve en otra prueba, había que hacer la del Circuito: 43 kilometros de duración y un desnivel positivo de 1600 metros… ahí es nada.
El primer error que cometí fue el de la ropa, me dí cuenta antes de salir, todos estaban con ropa corta y servidor con el pantalon de invierno, chaqueta de invierno y un maillot debajo… ¿vuelvo al coche y dejo algo?, ¿y si arriba hace frio?, al final forrado para la salida.
La salida fue rápida, cruzando Oña, con un pequeño embudo en la juderia (creo), bonito de ver, para continuar por un corto tramo de asfalto hasta donde comenzaba la primera subida, no muy técnica ni muy dura, pero donde me empezó a sobrar todo lo que llevaba, presagio de lo que sería toda la prueba. Con el calor y el ritmo las pulsaciones iban disparadas, hasta me preocupé porque iba todo el rato muy por encima de lo que debía, y, encima, tanta lección con que hay que hidratarse antes de una prueba de este tipo… que tuve que parar para «regar» unos arbustos de un lateral del camino, ¡que alivio!, aproveche para soltarme la chaqueta e ir un poco más fresco.
Lo bueno de ir atrás, es que los que van contigo van como tú, un poquito a su bola y disfrutando del paisaje, estuve conversando con uno del Club de Poza de la Sal sobre mi calórico atuendo, mi deseo de acudir a la prueba de Poza y del maratón de Monegros (me lo apunto para el futuro); con otro que hacía algún comentario gracioso… ir de tranqui es lo que tiene, hasta disfrutas de la compañía.
Luego llegó lo malo de la primera parte, la bajada, como soy malísimo bajando me adelantaba hasta el tato, alguno hasta arrancandome las pegatinas, vamos, que el que no me adelantó es porque iba más acojonado que yo…
Un dato curioso, en el kilometro diez, a alquien se le ocurrio poner el cartel de kilometro 15 (¿sería el de La Copa?)y, de ahí en adelante todas las señalizaciones de los kilometros marcaban cinco por exceso.
Volvimos a cruzar Oña, con el primer avituallamiento, donde un chico, si bajarme de la bici me estiró un vaso de bebida isotónica, ya tenía una sudada interesante.
Pero la peor sudada estaba por llegar, la subida a la sierra, 9 kilometros de subida continua, por un camino de piedras que va picando hasta alcanzar procentajes del 18%, es una subida dura, donde te sale todo lo que has bebido, donde tienes que ir sorteando piedras y donde solo oyes las ruedas sobre el asfalto y el ruido de tu respiración, dura donde las haya.
A lo largo de la subida pensé en al posibilidad de hacer la marcha corta, la semana anterior había hecho la Autrigonia BTT y pensé que no había recuperado bien, y, lo que es peor, se me estaba poniendo un dolor en las lumbares que no presagiaban nada bueno… la cabeza, comenzaba a luchar contra el cuerpo.
En la Sierra estaba el segundo avituallamiento, tiré la bicicleta en el suelo y bebí todo lo que encontraba a mano, a pesar de ir bebiendo del bidon frecuentemente durante la subida estaba seco, una vez pude calmar la sed comí un hojaldre y un trozo de platano, ya me encontraba mejor. Delante mio había un chico preguntando por donde hacer la marcha corta… en ese momento viendo el paisaje ya habia decidido que, de marcha corta nada, la larga, que a eso hemos venido y, total, lo peor ya había pasado… ¿o no?.
Seguí el camino, poco despues me encontré con uno de los participantes tirado en el suelo con calambres en los gemelos… la subida a la sierra le había hecho efecto, allí estaba el pobre con un grupo de amigos intentando estirarselos como podían.
Cruzar la sierra fue algo digno de disfrutar, se rodaba rápido por un sendero hecho con las rodadas de los escasos vehículos todoterreno que circulan por ahí, incluso si pillas la rodada sin hierba puedes alcanzar velocidades serias, en ese momento, y debido a la sudada que llevaba hasta sentí algo de frio y me alegre de la ropa que llevaba, pero no fueron más que unos minutos.
Luego llegó la bajada, no muy técnica, por caminos anchos, de las que a mi me gustan… con poco peligro, y a bajar hasta velocidades cercanas a 40 por hora.
El final de la bajada si que era de traca, llegando a Penches había un tramo que era un verdadero barrizal, pero barrizal de ese que tiene agua por encima, que se te va la bici para todos los lados y ¡con piedras!, lo esperado tenía que pasar, en una derrapada bicicleta al suelo, aunque yo pude esquivar la caida.
Al final de la bajada estaba el tercer avituallamiento, justo antes de otro repecho donde ya algunos escasos de fuerza llevaban la bici empujando.
Pero siempre puede ser peor, al siguiente bajada si que era buena, un camino totalmente erosionado por el centro por el agua, con escalones de piedra excesivos para mi pericia y piedras sueltas del tamaño de balones de playa, tenía que ir buscando la trazada mejor al tiempo que debía intentar no dar con los pedales en los laterales… empecé bajar con cuidado y en un mal bote pie a tierra, !casi al suelo¡; unos metros más abajo fue inevitable, la bici al suelo… y yo de milagro en un lado de camino subido sin saber como. Despues de esto el resto de ese tramo de bajada lo hice a pie.
Y entré en Oña, pero quedaba la última subida, la de la Ermita, con un entorno muy bonito, de poco más de un kilometro, pero con pendientes de más del 19%, despues de más de 40 kilometros ya no hay nada en las piernas que te haga subirlo con alegria, solo te queda el molinillo y no mirar arriba para no desmoralizarte.
Una vez llegas a la Ermita solo te queda bajar y entrar a la plaza donde esta situada la salida y meta.
Al final de la prueba se encuentra un macroavituallamiento, bebidas, comida… creo que me pude beber un litro de bebida isotónica, y, aunque no tenía hambre, empecé con la fruta, seguí con un trozo de empanada, luego unos macarrones, un dulce de postre… y todos los miembros de la organización ofreciendo más en todo momento, vamos que cuando llegué a casa ni ganas de comer, ya fui comido y sin sed.
La verdad es que, la organización de la prueba fue de diez, ya no solo por la elección del trazado, también por la señalización (salvo el detalle de los kilometros) que indicaba perfectamente el recorrido y las zonas peligrosas, y sobre todo por los colaboradores, voluntarios y miembros de la organización, que estaban en todo momento atentos y dando las indicaciones precisas.
Como malo, por decir algo, ¡Por Dios! ¡No regaleis más camisetas!, regalad otra cosa, lo que sea (manguitos, gorras, buffs, sotocascos, calcetines…), aunque siendo justo debo reconocer la utilidad de esta prenda: si me pierdo en el monte con ella puesta porque me encuentran enseguida.